TEJIENDO
HISTORIAS
“VILLA ELISA”, el
viejo chalet estilo inglés, se hallaba deshabitado desde hacia muchos años.
Los chicos del
barrio lo miraban con recelo, y no se acercaban a él, pues se comentaba que
estaba habitado por fantasmas.
Ocurrió cierta
mañana, se oían murmullos y un ir y venir de personas extrañas. Se abrieron las
ventanas y el perfume a azahares invadió la casona.
En el desván,
como si hubiese sonado una alarma; tres pícaros duendecillos se acercaron al
viejo arcón, suavemente, levantaron la tapa, y oyeron voces que entre bostezos
decían- ¡al fin terminó nuestro
encierro!
El destino teje y
desteje historias y los duendes decidieron reconstruir la de la señora Elisa.
El primero en
salir fue el traje de novia, bastante arrugado, luego el álbum de fotos junto
con un manojo de cartas atadas con cinta rosa.
Sombreros, ropa
de bebé, abanicos, mantones, vestidos de encaje, recuerdos de viajes lejanos y
tantas cosas más.
Una vez que
estuvieron fuera, con cara de asombro, escucharon como los duendes les
comentaban la novedad.
En el frente de la casa habían colocado un
gran cartel rojo, que anunciaba un remate judicial del mobiliario y otros enseres.
Los herederos de
la señora se desprendían así de todo, pero lo peor sería que al comenzar la
demolición, el viejo arcón iría a parar al volquete.
Todo por culpa del
“progreso” se lamentaban al unísono, los habitantes de la bohardilla.
Pasó el remate,
se llevaron hasta los cuadros y la vajilla de porcelana, pero nadie se acordó
del desván.
Esa era una mañana
luminosa, de sol, cantaba el zorzal, había llegado la primavera, pero ellos
veían todo gris por la tristeza.
Sí, el fatídico
día había llegado, afuera esperaba una gran grúa, con su brazo metálico,
dispuesta a comenzar su tarea.
Oyeron como
crujían los maderos de la escalera, se acercaba el fin.
Mamá – dijo –
Elisita, me llevo el arcón de la abuela.
¡Está lleno de
recuerdos y con ellos y las anécdotas de su lejana tierra, pasamos tardes
inolvidables!
Por eso me
gustaba tanto subir y acurrucarme a los pies de la abuela.
Los duendes se
abrazaron felices, la promesa hecha a la señora estaba cumplida, el viejo arcón
tenía dueño.
Ellos seguirían
habitando el lugar, tenían todo el tiempo del mundo para tejer nuevas
historias.
LUISA FRONTERA